La generación de divisas, vía exportaciones, es el único camino posible con el que la Casa Rosada pretende revertir la balanza de pagos. La internacionalización de más empresas y la elusión de trabas para nuevos inversores se cuentan entre las principales herramientas.
Primero se crece, después, se paga. Esta frase repetida como un mantra desde el Frente de Todos en la reciente campaña electoral condensa en buena medida la estrategia con la que el Gobierno pretende afrontar en los años por venir el repago de los US$44.000 millones que el Fondo Monetario Internacional (FMI) giró al país en medio de una crisis financiera descomunal en el epílogo del Gobierno de Mauricio Macri, y que hoy por hoy se ve como el principal escollo para prolongar los alentadores números de reactivación -en septiembre, la economía creció 11,6% respecto al 2020- tras la pandemia de covid-19 y sus coletazos en la actividad.
Mientras prosigue la negociación con el organismo crediticio, el ministro de Economía, Martín Guzmán, dijo días atrás que “las exportaciones están creciendo, no sólo en valor sino en volúmenes”, lo que implica aliviar “la restricción externa” de escasos dólares que padece la Argentina desde hace décadas: cuando el ciclo es de crecimiento, la demanda por insumos importados encuentra un embudo del que cuesta salir; cuando la actividad se contrae, el atesoramiento seca la plaza local y estresa el tipo de cambio.
Los datos sustentan lo que dice Guzmán: el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) mostró en octubre un crecimiento del 46,5% de las exportaciones, y un saldo comercial favorable de US$1601 millones, que van a parar al Banco Central y merman las exiguas reservas netas con las que el Estado cuenta para afrontar la demanda del billete norteamericano.
Desde el inicio del año, la economía consolidó diez meses de superávit comercial (más ingresos de dólares de los que salen para el pago de importaciones) y ha supuesto la liquidación de US$13.940 millones. Esto reafirma los escenarios moderados y optimistas del Gobierno, que a través de un informe reservado, pero al que accedió MDZ, se ilusionaba a mediados de año con culminar 2021 con US$72.958,5 millones. Con diez meses transcurridos, las exportaciones acumulan US$65.141 millones y podrían tranquilamente alcanzar la mayor cifra en diez años.
Tres de los cinco rubros que más dólares generan a la Argentina tienen un mismo origen: la soja La santa soja… y algo más Parece que la soja es peronista. Así lo evaluaba el titular de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Nicolás Pino, ante funcionarios del ministerio de Agricultura, para explicar el salto pronunciado de la cotización de la oleaginosa, que en mayo superó los US$600 por tonelada. Aunque en noviembre la cotización se ubica más cerca de los US$460, los buenos rindes del campo argentino y las malas condiciones meteorológicas en el hemisferio norte apalancaron las ventas al exterior.
No todo es soja. El maíz y el trigo también han dado buenos resultados a la balanza comercial, al igual que los subproductos que se categorizan como “manufacturas de origen agropecuario”, como los aceites y pellets de soja. Las exportaciones de carne, motorizadas por China, también explican buenos resultados. Del lado del sector productivo, la venta de maquinaria agrícola y vehículos explican buena parte de las ventas industriales, que están creciendo más del 50% interanual.
¿Puede sostenerse el ingreso de dólares con esta participación del campo? No. Aunque las commodities muestran buenos resultados, la demanda relativa mostró una disparada a partir de la pandemia, con países que buscaban asegurarse alimentos. En la medida en que la actividad continúe restableciéndose, los patrones de consumo volverían a la (nueva) normalidad y podría configurarse una estabilización de los precios.
En este escenario, el Gobierno pretende diversificar las exportaciones para no depender del precio inestable de los granos. Es que, a la fecha y con excepción de los vehículos, las exportaciones argentinas están dominadas por los porotos, el aceite y los pellets de soja, a los que se suman las ventas de maíz, de acuerdo a un informe del Centro de Estudios de la Producción (CEP XXI).
Para torcer esta configuración, el Gobierno confía en apuntalar sectores y consolidar nuevos. Esta semana, el Gobierno lanzó el Plan de Exportaciones para el Desarrollo 2022, un paquete de políticas y herramientas de generación de capacidades exportadoras, líneas de financiamiento y asistencia técnica para mejorar la inserción internacional de la producción argentina.
El quid de la cuestión tiene varias aristas. La primera de ellas, incorporar más pymes al comercio internacional, y subirlas a la ola de promoción comercial que se está encarando hacia América Central y el Caribe, donde se ven oportunidades de negocio. La segunda es que busca hacer foco en el agregado de valor en origen (para bajar la dependencia de las commodities), potenciar las exportaciones de servicios basados en el conocimiento, y dar más lugar a las economías regionales.
El Plan propone el desarrollo de sectores estratégicos con capacidad exportadora. Allí aparecen, en primer lugar, los hidrocarburos, con Vaca Muerta a la cabeza; la electromovilidad, explotando la minería de litio y la fabricación a futuro de celdas y baterías de litio, además de vehículos eléctricos; la potenciación de la agroindustria, la biotecnología, la industria forestal, la pesca y agricultura, y la economía del conocimiento, apalancada en la exportación de servicios de outsourcing.
Ahora bien, las grandes industrias requieren grandes capitales. Para ello, en abril se puso en marcha con un decreto rubricado por Alberto Fernández un nuevo régimen para grandes inversiones que potencien exportaciones. De esta manera, el Gobierno relajó el cepo para capitalistas que apuesten por los sectores que tienen potencial para generar divisas, dejándoles de libre disponibilidad el 20% de las divisas obtenidas en las exportaciones vinculadas a proyectos que anclen, en su origen, más de US$100 millones.
La otra fuente de divisas es el turismo receptivo. A fines de octubre, el Gobierno apresuró las gestiones para reabrir las fronteras a los extranjeros, con disposiciones del Banco Central para desincentivar al visitante a cambiar sus dólares en el mercado paralelo del blue, mediante la apertura de billeteras electrónicas o cajas de ahorro locales donde transen sus ahorros al valor del dólar MEP, mucho más ventajoso que el oficial. Solo por noviembre y diciembre, se estima que la entrada de unos 150.000 turistas extranjeros podría dejar US$50 millones.